Duma Key (Duma Key) by Stephen King

Duma Key (Duma Key) by Stephen King

Author:Stephen King
Format: mobi
Tags: Occult, King, Stephen - Prose & Criticism, Horror, Fiction - Horror, General, Florida Keys (Fla.), Horror & Ghost Stories, Supernatural, Horror - General, Accident victims, Fiction, Occult & Supernatural
ISBN: 9781416552512
Publisher: Simon and Schuster
Published: 2008-01-22T05:00:00+00:00


Cerré la carta que además era un folleto que además era una invitación, y me quedé sentado en silencio, con la mirada fija en el suelo durante unos momentos.

No confiaba plenamente en mi capacidad para hablar.

—Esto es solo un burdo borrador, por supuesto —probó a decir Wireman, con voz indecisa. En otras palabras, que en absoluto parecía él mismo—. Si te disgusta, lo tiraré a la basura y empezaré de nuevo. No hay castigo sin delito.

—No conseguiste esa foto por Ilse —dije.

—No, muchacho.

Pam la encontró en uno de sus viejos álbumes.

De repente todo tuvo sentido.

—¿Cuántas veces has hablado con ella, Jerome?

Hizo una mueca de disgusto.

—Eso duele, pero quizá estés en tu derecho. Puede que media docena de veces.

Empecé contándole que te estabas metiendo en un charco, y que estabas arrastrando a un montón de gente contigo…

—¡¿Qué cojones?! —estallé, profundamente herido.

—Gente que ha invertido muchas esperanzas y confianza en ti, por no mencionar dinero…

—Soy perfectamente capaz de reembolsar cualquier cantidad de dinero que la gente de la Scoto pueda haber adelantado…

—Cierra el pico —ordenó. Nunca había oído tanta frialdad en su voz. Ni la había visto en sus ojos—. No eres estúpido, muchacho, así que no actúes como tal. ¿Puedes devolver su confianza? ¿Puedes devolver su prestigio, si el extraordinario nuevo artista que han prometido a sus clientes no hace acto de presencia en la conferencia ni en la exposición?

—Wireman, puedo hacer la exposición; es la maldita conferencia…

—¡Ellos no saben eso! —gritó con un potente torrente de voz, un auténtico bramido digno de un tribunal. Elizabeth prestó oídos sordos, pero los piolines despegaron de la orilla del agua como una manta de color marrón—. Se les ha ocurrido esta curiosa idea de que quizá el quince de abril no te presentarás, o que retirarás toda tu obra y se quedarán con un montón de habitaciones desnudas en el momento álgido de la temporada turística, que es cuando por lo general obtienen una tercera parte de su beneficio anual.

—No tienen motivos para pensar eso —protesté, pero me latía la cara como un ladrillo incandescente.

—¿No? ¿Qué opinarías de esta clase de comportamiento en tu otra vida, amigo?

¿Qué conclusiones sacarías de un proveedor de cemento que hubieras contratado y que al final no cumpliera lo pactado? ¿O de una empresa de fontanería subcontratada para instalar las cañerías que no se presentara el día que debía empezar? ¿De verdad tendrías… no sé, confianza en esa clase de gente? ¿Te creerías sus excusas?

No dije nada.

—Dario te envía e-mails pidiéndote que tomes decisiones, y no recibe contestación. Él y los otros te llaman por teléfono y lo único que consiguen son vagas respuestas como «Lo pensaré». Esto les pondría nerviosos si fueras Jamie Wyeth o Dale Chihuly, y no lo eres. En esencia no eres más que un tío que pasaba por la calle. Entonces me llaman a mí, y lo hago lo mejor posible; soy tu puto agente, al fin y al cabo. Pero no soy un artista, y ellos tampoco, en realidad. Somos como un puñado de taxistas intentando traer al mundo a un bebé.



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